lunes, 30 de marzo de 2009

Arte y Origen


Cuerpo y cosmos son y han sido desde el principio entidades que comparten un mismo flujo y están constituidos de un mismo material. El hidrógeno, el oxigeno, el calcio, en fin, que conforman nuestra sangre, nuestros humores, nuestro huesos, provienen de la explosión de una gran estrella millones de años atrás. Cada uno de nosotros lleva en su constitución química la huella del pasado remoto del universo. Las épocas arcaicas conocían esta realidad y se sentían en comunión con el caos universal. Reconocían en su cuerpo la presencia de lo natural y de lo sobrenatural. Convivían con su parte divina, con su ser uno con el cosmos. Su cuerpo habitado por fuerza y energía se movía en el reino de lo plural. Saberes, deseos, pulsiones y emociones se vivían en un todo armónico, fuera de la enajenación que opera la constitución del sujeto racional moderno.

La aparición de las ideas y conceptos que conforman el imaginario social conocido por modernidad, fundamentalmente la idea cartesiana cogito ergo sum, da origen a una episteme sustentada en la contemplación de las ideas claras y distintas, y sobre todo da origen a su principal invención: el sujeto. Desde ahí, la razón, la conciencia, la exactitud, adquieren supremacía epistemológica. El cuerpo moderno se constituye desde una radical separación, pierde su lugar en la armonía del mundo, queda escindido de las relaciones con otros cuerpos y consigo mismo, de las relaciones sociales, de las relaciones espirituales con el cosmos y la divinidad. En este sentido, la modernidad se presenta como heredera de la contrarreforma y su demonización de la corporalidad.

La iglesia contrarreformista completa el proceso iniciado por la autoridad eclesiástica medieval de separación entre cuerpo y alma, lo profano y lo sagrado. Mutila al cuerpo y lo define culpable y víctima del pecado original. La iglesia contrarreformista es quién dota de lenguaje a la naciente Hispanoamérica.

Por medio de las diferentes poéticas artísticas, sean éstas plásticas, performáticas o escriturales, el cuerpo recupera su unidad ancestral con el universo y consigo mismo. Se constituye más allá de la separación cuerpo y alma, desobedece la autoridad coactiva de la razón. El cuerpo a través del arte recobra la memoria del origen. Consigue que sus motivos escapen a lo que la sociedad moderna espera de él.

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