La vinculación entre arte y religión es una de las más antiguas y más productivas dentro de las manifestaciones culturales de la humanidad. El origen de los distintos pueblos y civilizaciones esta ligada estrechamente a esta relación entre arte y religión. La orientación hacia lo divino marca las primeras construcciones arquitectónicas de las nacientes civilizaciones, así como también los objetos, las ceremonias y la organización social. Pensemos en las pirámides de Egipto en áfrica y las pirámides mayas y aztecas en mesoamérica, por nombrar algunas entre las más conocidas y más espectaculares.
La decoración de los templos y lugares sagrados, así como la representación del cuerpo de los dioses contribuyó notablemente al desarrollo de las técnicas artísticas. La escultura griega, los mosaicos árabes, las gredas latinoamericanas, los vitrales y la pintura europeas, los monumentos chinos, entre otras artes de vocación religiosa han marcado definitivamente el camino que la experiencia artística ha seguido durante siglos.
La cultura y el arte latinoamericanos están transidos por el arte de las culturas agrarias. Las divinidades asociadas a la fertilidad: el sol, la lluvia, la tierra, entre otras, dieron vida a los primeros objetos artísticos, junto con los primeros relatos de la constitución y el sentido de la vida en los pueblos.
La consolidación del cristianismo, cambia el espectro representacional desde los orígenes politeístas ancestrales, a los monoteístas del Dios padre. Eso sí, mediante un panteón de santos, ángeles y demonios, muchas veces, cercanamente vinculados a los misterios paganos.
Arte y religión en una simbiosis orientada a otorgar modos de representación del origen divino del cosmos y el caos universal, bajo un prisma que mezcla incesantemente elementos comunes de las diversas culturas y de las distintas formas de experimentar la religiosidad.
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